24/12/06

Top Manta, Top Esperanza

Los periódicos llevaban ya varios años hablando de ellos. Los "sin papeles", que llegaban día tras día, mes tras mes y año tras año a la Península Ibérica conformaban ya un fenómeno de masas conocido y debatido por muchos. Un fenómeno que se había convertido en pocos años en el centro de atención de una gran parte de los españoles. En todos los niveles, tanto social, cultural, económico como político, la llegada masiva de inmigrantes generaba profundas alteraciones en la dinámica interna del Estado Español.
Aunque de procedencia muy diversa, los principales flujos de personas llegaban del Este de Europa, del Norte de África, África Subsahariana y de América Latina.
El caso de Ali y Mohammed no escapaba de la normalidad. De hecho, los dos jóvenes formaban parte de los millares que habían llegado el pasado mes de Noviembre.
Era su primera semana de trabajo en Barcelona después de pasar casi un mes dando vueltas por la ciudad sin nada que hacer, ni lugar a dónde ir. Su único contacto en la ciudad les había funcionado, aunque para ello tu tuvieron que pagar una fortuna. Todo el dinero que els quedaba de sus pequeños ahorros lo habían pagado para entrar en la red. Entrar en la red, significaba para ellos la consumación del éxito, el primer gran paso hacia el futuro mejor por el cual lo abandonaron todo y dedicaron tanto esfuerzo.
La red de distribución de cds y dvds copiados era una mafia organizada a varios niveles. De mayor a menor. Aunque estaba descentralizada, los grandes centros eran Barcelona, Madrid y Valéncia. Desde estas tres ciudades se repartía material para otras veinte, que a su vez abastecían a cuarenta y dos poblaciones.
Los dos chicos, no eran más que las hormigas que hacen un mínimo trabajo dentro de un hormiguero gigante. Obviamente, nunca llegarían a conocer a la Reina. Tampoco les interesaba especialmente. A decir verdad, se lo tomaban como algo temporal, algo que hay que hacer para salir del paso. Una forma de empezar, que para ellos era la única posible. Les gustaba la música y en su piso, que compartían con más de diez compañeros de trabajo, ya empezaban a sacar algunos ritmos que les gustaban y que les aportaban esa gota de ilusión que tanto les hacía falta. Ali y Mohammed escuchaban algunos de los cds que vendían para sacar ideas. Con su guitarra eléctrica de cuarta o quinta mano y una pequeña tabla de mezclas, los dos jóvenes soñaban, reían y compartían al ritmo de la esperanza. Y al poco tiempo de tocar, sus fatigados cuerpos se relajaban. Sus mentes se olvidaban por un rato del sinfín de calles que habían recorrido velozmente escapando de la policia. Ese nerviosismo e inquietud encontraban su sosiego, su calma. Sus compañeros ya tenían un mote para ellos: Los Top Hope, Los Top de la Esperanza.

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